versión histórica
Paseo por el desarrollo
El día que nos hicimos (nuevos) ricos
(Era Ciorán, si mal no recuerdo, quien proponía dejar los libros reducidos al guión del índice)
La idea central de este paseo es convencernos (y convencerme) de una idea que está en la base de la crítica al Progreso que se gestaba por los años 60: no es tan grave que estemos en recesión, los ciclos económicos siempre han sido ascendentes y descendentes, y cuando nos toca vivir uno descendente lo único importante a tener en cuenta es asimilar para el conocimiento todo lo que nos permita el último ciclo ascendente.
De forma que lo verdaderamente importante sería retomar la importancia de las teorías del conocimiento.
En los años 70 la informática empezaba a sonar como hoy (2012) puede sonar el desarrollo macromolecular del ADN: a ciencia ficción muy lejana. Fue la informática la que ya entonces empezó a imprimir sus pautas: las calculadoras HP a precios asequibles, el programa televisivo «Un millón para el mejor», cuyo plato fuerte era la cámara enfocando a la boca de salida de las tarjetas perforadas que darían el ganador, … En el entorno del libro nació una experiencia estupenda que con el correr de los tiempos no cuajó: una distribuidora centralizada a nivel nacional que daba el mismo trato en la distribución a todos sus fondos. Y también en el entorno del libro se hundió (algunos malpensados creemos que por culpa de la informática) una estupenda experiencia de edición barata y popular: la editorial Zero-ZYX.
En los 80 la autoedición trastornó de abajo arriba todo el sector de las artes gráficas. La ley de Moore, aún imperante hoy día (2012) hizo que en los 90 la aparición de Photoshop extendiese el trastorno sufrido por las artes gráficas al entorno de la fotografía y el vídeo.
En el 2000 la irrupción de los móviles en el mercado condensó todo lo conocido y nos acostumbró, ya para siempre sospecho, a llevar en el bolsillo de la camisa toda nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestros viajes, nuestras amistades: todo.
Y de pronto nos dice el señor del móvil que para pagarle la cuota de enganche cada mes necesita mucho más trigo, que nos tenemos que poner a cultivar tres veces más de lo que cultivamos. Y si hemos perdido el hábito de cultivar, es problema nuestro.
Quizá tengamos, efectivamente, que ponernos a cultivar más trigo. Lo que ya no tengo tan claro es que vayamos a seguir pagándole la cuota de enganche al señor del móvil. ¿Que eso nos llevará a una nueva Edad Media? Vale, pero al menos nadie se mofará de nuestro trabajo, y también el señor del móvil tendrá que ponerse a cultivar.