Y tuve que despedir a mi jefe

Y tuve que despedir a mi jefe

La última etapa del fracaso consiste en aprender a reconocer los síntomas de la curación. La prisa es el origen de todos los males. Lo recuerda Ignacio Sanz en sus «Cenas contadas» (Palabras del Candil. Guadalajara 2010), pero avisa: «Prepara los platos con calma, recreándote en ellos. Pero, cuidado, gandul, calma no es sinónimo de lentitud.» Es el vaivén de los contrarios y el claro síntoma que muestra la corrección de los errores pasados.

 

Recientemente tuve que despedir a mi jefe. Fue inevitable y no puedo arrepentirme, pero como siempre pasa al quitarle una pata al banco, me toca enfrentarme con una situación de cojera.

 

Queda confiar en que la tecnología vendrá en nuestra ayuda, aunque ya sabemos que no va a servir para suavizar la brecha digital. Pero la tecnología funciona. Y destapa a los auténticos fundamentalistas.

 

La bonita idea que expresaba Negroponte en 1998 sobre que Internet serviría para acercar la igualdad social, quedará en los anales de la historia como uno de los deseos románticos de lo que Internet pudo llegar a ser. Hoy por hoy la brecha digital se agranda y acentúa la brecha social. Internet iba a solucionar el hambre del mundo vía conocimiento y aplicación sensata de las nuevas tecnologías, pero ha devenido clasista y encerrada en el ghetto de los parquets de las Bolsas optimizando la evasión de capitales hacia los paraísos fiscales, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres prescindibles.

 

Pero Internet se sustenta en la informática. Y si algo ha demostrado la informática es que sabe sumar mejor que los humanos, que con una pirueta mental son capaces de afirmar que los sueldos suben cuando en realidad bajan y que cuando no les convienen los datos de la partida, borran el disco duro y obligan al sistema a resetar.

 

La informática suma mejor que los políticos y no engaña: si la media de sueldos ha subido y todos sabemos que la inmensa mayoría han bajado, quiere decir inevitablemente que los sueldos de unos pocos, muy pocos, ha subido desmedidamente. Y los humanos tenemos, por encima de la informática, la virtud de la memoria más allá del reseteo.

 

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Ponferrada 1953
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