Redes sociales

Redes sociales

No me gustan las redes sociales, pero creo con Wang Bi* que «nada hay aberrante». Es decir, lo que existe lo hace porque hay alguna razón para ello. La razón del éxito de las redes creo que se debe al viejo sueño humano de disponer de la palabra pública. A la palabra, salvo en las culturas fundamentalistas en las que sólo accede el jefe, todos tenemos derecho a partir de la edad del «uso de razón», sobre los siete años de edad. Pero sólo a la palabra privada, familiar. Hablar en público es un don que hasta hoy día muy pocas generaciones han disfrutado.

Las llamadas nuevas tecnologías han otorgado la palabra a todo el que quiera coger un teclado. Desde la invención del mail (correo electrónico) podemos observar cómo lo primero que se desencadena es una verborrea superlativa: todos queremos contar nuestra vida y milagros a todo el mundo. Sólo el cansancio y la comprobación de que nadie escucha (la mayoría de quien nos interesaría que nos leyese simplemente nos tira a la papelera), acabará por domeñar las ansias parlanchinas.

Acceder al mail contaba con el inconveniente de que tenías que abrirte una cuenta, o de pago o gratuita, pero entonces tú te la tenías que configurar. Las redes sociales básicamente lo que han hecho es eliminar esa barrera inicial de pereza, porque cuando te abres cuenta en un red social, no sólamente tienes un mail, sino toda una página web (muro, blog, llámale hache) que te permite, con la comodidad del mail, compartir fotos, músicas y hasta vídeos. La verborrea que desata la red social es como la que despertó el mail pero multiplicada por los amplificadores musicales y las cámaras de televisión. Es una fiebre, pero pasa pronto.

*La editorial Atalanta ha editado la versión del «I Ching» comentada por Wang Bi (China 226-249) en el siglo III d C.
28-9-13

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Ponferrada 1953
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