Engaño
Es el principal reproche que cualquiera de los seis millones de parados le podemos espetar al Sistema: Nos habéis engañado (cada quien sabrá hasta dónde es Sistema).
En 1986, para poder entrar en Europa, se abordó la «reconversión industrial» que generó tres millones de parados. La alternativa para ellos fue cobrar el subsidio y hacerse autónomos. Luego (1992) vendría la contratación de becarios, la estrategia para arrinconar a los autónomos que de aquella aún cobrábamos precios aceptables.
Hoy (2013) el recurso al autónomo se ha universalizado: o eres funcionario (o empleado de una «gran compañía», que viene a ser lo mismo) o eres autónomo, es decir la nueva figura esclavista del jornalero que se apuesta en la plaza del pueblo a que venga alguien a contratarle.
Porque como autónomo te contrata quien quiere al precio que quiere, y te despide cuando quiere sin coste añadido.
Y te encuentras con que lo que has cotizado como autónomo no te sirve ni para desempleo ni para jubilación.
Engaño.
Es la consecuencia de haber entrado en una vorágine de ambición desmedida. Tradicionalmente se resuelve con la expresión «la avaricia rompe el saco». Los gestores han ido optimizando réditos hasta llegar a la extenuación del usuario, llegando al extremo de pretender que el parado pague por trabajar: te doy trabajo pero tú pones el ordenador, la conexión a Internet y el coche, una vez que lo tengas todo, te cobro por formarte, y cuando me des beneficio te daré una parte.
Es como ir al Corte Inglés, a comprar un bocadillo, tener que llevar el pan y el chorizo y si necesitas ir al baño y te lo encuentra sucio, te ofrecen dos alternativas:
-o te lo limpias tú,
-o pagas un plus por usar uno de los que están limpios. Están limpios porque se ha privatizado su gestión y en realidad quien te cobra por su uso no es el Corte Inglés, sino la empresa de la subcontrata.
Eso sí, luego se quejan los gestores de que así no hay forma, en cuanto tienes formado al trabajador, se te va y se monta por su cuenta.
Engaño.